21.11.08



Llegó noviembre a Huaquechula. Llegó hace un año y llegó otra vez ahora, hace poquísimos días.

La gente se preparó mucho para sus velorios. Prepararon grandes altares y trajeron todo lo que sus muertitos podrían querer. Éstos, glotones y hambrientos tras el ayuno, regresaron a comer y beber y fumar. Se empacharon y, pasadas unas horas, se fueron de vuelta al mundo de la ausencia.

Aquí se quedó la gente como la mamá que perdió un hijo o el hijo que perdió una mamá. Se quedaron frente al altar con la esperanza de que a su destinatario le haya agradado. Le dieron el regalo a sus muertitos con la esperanza de un día recibir algo igual cuando les llegue la hora del velorio.

A mí ayer me tocó asistir a algunos velorios. Físicos y emocionales. Uno vino acompañado de lágrimas. Otro, de un poco de indiferencia. El último vino lleno de la certeza de que así está mejor, muchísimo mejor. Y de que así todo queda bien acomodado.

Hoy desperté más ligero, y con ganas de decir algo a quien sigue aquí presente, lejos de entierros.

y lo dije, queriendo ser escuchado.

2 comments:

Sofia Elena said...

No sé por qué... pero Noviembre siempre viene lleno de melancolía...

Un beso!

se.

Arturo Peón said...

Es cierto, Pablito, Noviembre viene lleno de melancolìa... pero también la vida hace necesaria la muerte, y el duelo... Cuatro muertes.Cuatro entierros. Cuatro duelos.

Y sin quitarle un àpice a cada uno de ellos, pues su inercia, contenido, profundidad y deuda tendràn, no creo equivocarme al decir que uno debe sentirse bastante ligero despuès de esas muertes.

En un sentido, liberado del cuerpo y sus cargas, de la memoria que nos fuerza a una ruta ya antes mil veces recorridas.

Ligero para reencarnar. Ligero frente a un cuaderno sin escribir. Ligero para volver a ver el mundo...

Ligero...

Saludos,

Arturo
www.viajeros08.blogspot.com