
- Señor taxista, ¿me puede llevar? -
- Pero claro, chico... si tú nomá acomódate ahí y ya tá -
Y ahí me voy yo, por este camino y luego por ese y luego por el de allá. Y ahí me voy, esperando llegar, llegar, llegar... otra vez, una vez, otra vez.
- Señor taxista, ¿seguro que vamos bien? -
- Pero claro... nomás no le brinque mucho, chico, que se me desalma la unidad -
Y ahí sigo yo, pensando que, en efecto, este es un camino. Ahí vamos, o espero que vayamos porque yo de verdad que quiero llegar a buena hora. Con luz, aunque sea, vamos.
Esque me esperan. Allá del otro lado. Me esperan.
- Señor taxista, ¿sin novedad? -
- Pero chicooo.... póngase tranquilo que vamoa llegal. Sí quiele llegal, no? sí etá segulo de llegal, vamoa llegal. Nomá tese en paz que aquí, lo que pase conviene.
Y ahí, ahora sí. Ya. Estiro las piernas y miro por la ventana. Llegar está cerca.